jueves, 26 de junio de 2014

VARICELA

Convengamos que enfermarse es algo tremendamente desagradable. Enfermarse estando solo le agrega tristeza a la situación, pero terminar en una camilla tirada, con suero, en un hospital sin especialistas a 2000 kilómetros de los cuidados de los afectos, es una experiencia que  hace que hasta la autocompasión se quede corta. Creo que es la primera vez REAL en la que experimenté la soledad en pleno, nuevamente segura de Dios y su compañia, no podía evitar llorar, no sé si era el insostenible dolor que me llevó incluso al desmayo, no sé si era la añoranza de tener a alguien al lado o simplemente la prueba fehaciente de ver al ser humano con la necesidad de un "otro", pero es una imagen tan viva, que aunque hoy me siento capacitada para volver a vivirlo sin tanto temor, desearía nunca más tener esta sensación de extrema vulnerabilidad y dependencia a algo que aun no estoy segura será. Ya sin la perturbadora e invasiva fiebre las vesículas invaden mi (por estos días) menudo cuerpo, recordándome además lo volátil de la belleza, de la juventud...de LA VIDA!

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