

Avanzado el verano y entrando en el comienzo del fin vacacionero no hay muchas cosas que contar o sea quizá, pero son de esas que por mucho esfuerzo que disponga para su explicación serían inentendibles sin éste teatro que llevo a cuestas y a menos que seas de las personas que en el baño se pone a leer la etiqueta de atrás de los productos de belleza no habría un interés mayor de lectura, por lo tanto dejo en remojo a mis incondicionales dedos para contar lo que ya todos saben, tal cual el final de un reallity...
Me atreví y fui a el campamento multitudinario-minimalista y aunque no vi fuegos de artificio y volví cargando mi propia maleta, aprendí a decir: Gracias!
La blanca y radiante recibio el perdón celestial y de paso me arropó.
Los patriarcas cada vez más cantan de lo hermoso de lo creado por el pintor de las flores.
Valentin y Lucas no entienden de contar ni de zapatillas ajenas.
Lucia y estela aproximan sus pasos a la ronda familiar.
No hay como el baño de tu casa.
No tiene sentido encontrar culpables, la alegría viene en estuches individuales con detector de huella digital...
AH! y las amistades no se crean ni se destruyen, sólo SON!
Vivieron un gran amor, pero a destiempo, a ritmos irreconciliables; la soledad empujó a Raquel , el miedo a la soledad, a Ricardo. Ella arrastraba un deseo: compartir una historia en que sólo hubiera cabida para dos; él llegaba envuelto en su capa de líder, sacando de entre sus pliegues la estrategia del hechicero.
ResponderBorrarRaquel llenó de amor y buena voluntad la estrenada convivencia; Ricardo descargó inseguridad, un hijo de 7 años y una ternura innata.
Goteaba la rutina 2 lavadoras por semana, macarrones los miércoles, y domingos de fútbol.
El tiempo se hizo estrecho y apenas alcanzaba para dormir; El cola-cao desbancó a los sueños en la lista del súper, la alegría sólo olía a camisas recién planchadas y los besos esquivos, sabían a gracias por acordarte de comprarme tabaco.
Y era amor, todo esto, pero no del bueno;
Un sainete de barrio, repitiendo capítulos, broncas y portazos, reconciliaciones de telenovela y algún abrazo medio lleno de cariño.
Raquel de desdibujó, perdió forma y contenido, paseó como un espectro durante 7 años por un tiempo que ya no le pertenecía; Ricardo, volvió a su nube, a sus castillos en el aire, vendiendo a ilusos paraísos parcelados.
Esa noche de martes, mientras la lavadora chirriaba un centrifugado rabioso, Raquel supo que la soledad no era esto; que había algo peor …..
Se levantó, y a oscuras se refugió en el sofá, llorando por dentro. Oyó sus pasos y la invadió el hastío. Le oyó ensayar su discurso predilecto después de discutir…
Por eso, cuando con voz aguda y por enésima vez, le soltó “es mejor que lo dejemos”, ella ya no se desesperó y desde el fondo de su alma dijo: vale.